El Efecto Apariencia
Independientemente de la especialidad de búsqueda y detección canina (supervivientes sepultados, personas extraviadas, explosivos, minas…) seguimos constatando que cuando, por ejemplo, la mayoría de la ciudadanía, incluidos los propios profesionales y especialistas que los portan, visualizan antes, durante o posterior a un desastre los supuestos perros de rescate, algunos portando vistosos arneses, trepando escaleritas (pauta “deportiva o circense” tan innecesaria como indebida, a efectos operativos), simplemente desplazándose (sin la imprescindible concentración intensa y sostenida) sobre los escombros, etc., se encuentran esperanzados y erróneamente convencidos, en la mayoría de los casos, de que posiblemente van a lograr detectar y consecuentemente salvar personas, solo por el hecho de que disponen de un potente sentido del olfato, de que sus guías portan certificaciones de operatividad por importantes instituciones como puede ser las Naciones Unidas, etc., y no es así exactamente, en absoluto (demostrado ya internacionalmente durante tres décadas), lo cual implica al ser ello ignorado en muchos casos, negativas consecuencias para la protección y seguridad pública internacional (frente a desastres naturales y antrópicos, explosivos, etc.), perjudicándose de forma gravemente potencial al nivel de seguridad específica relativo a toda la ciudadanía sin excepción y afectando a la responsabilidad específica y directa de los diversos gobernantes y responsables operativos competentes (frente a la ocurrencia de desastres naturales o antrópicos, artefactos explosivos, etc.).
Esta confusa identificación e interpretación es a lo que denomino como el lesivo “EFECTO APARIENCIA”.
Pues bien, intentaré aclarar la exacta realidad de una forma comprensiblemente comparativa, cada perro dispone de un “ordenador”, un cerebro con una unidad de entrada, de memorización, procesamiento y de salida.
Y si bien una circunstancia imprescindible para que se forme el ejemplar es que sea un “perro de trabajo” imprescindible materia prima (pues de no ser así equivaldría a disponer de un “ordenador” sin batería ni conexión a la red), con ello simplemente no disponemos absolutamente de nada aún, a efecto vitalmente funcional.
¿Y qué necesitamos además, en realidad, con carácter ineludiblemente imprescindible, para disponer frente a las características del desastre, u otros tipos de situaciones, de un instrumento funcionalmente real y altamente eficaz a efectos perceptivos de localización olfativa?
Que el perro, su “ordenador”, tenga incorporado en el almacén memorístico un “programa” de extrema complejidad, que garantice que el mismo efectuará las operaciones de búsqueda y detección experimentando los altos, imprescindibles e interrelacionados niveles específicos y útiles de: autonomía psíquica (compatibilizada con una absoluta fijación en la funcional conducta de búsqueda olfativa), motivación específica respecto a una búsqueda olfativa realmente funcional y efectiva, consecuentes grados óptimos de concentración específica ininterrumpida y rendimiento perceptivo olfativo, todo ello, entre otros aspectos, de forma sostenida frente al transcurso del tiempo, a la inherente adversidad (visual, odorífera, auditiva y táctil), y a la extremada minimización odorífera habitual emitida en este tipo de situaciones, entre otros aspectos fundamentales.
Precisamente, descubrí hace algo más de 40 años (y por ello inicié mis investigaciones e innovación) que el “programa” sistema tradicional de búsqueda y detección canina, que se incorporaba en la unidad de almacenamiento de los perros, era por desgracia muy básico, totalmente insuficiente, y verificadamente estéril en muchos casos, basado casi exclusivamente en el condicionamiento operante, “aderezado” en ocasiones con generalidades de aprendizaje y conducta como el aprendizaje por imitación, procesos de aprendizaje cognitivos-emocionales, inclusión inevitable y absolutamente lesiva de pautas artificialmente “facilitadoras” (conocimiento, gravemente fraudulento, por el perro, previo a la búsqueda, de la ubicación del sepultado, o bien direccionamiento igualmente fraudulento, del perro por el guía, de una forma u otra como la aproximación física por desplazamiento del mismo, sonidos orientadores emitidos por el sepultado, continentes o formas externas de sepultamientos, específicas y fraudulentamente también memorizadas previamente por el perro, elementos predictivos no existentes en la realidad que los ejemplares buscan visualmente, también como en los demás casos, con un nivel de operatividad evidentemente inferior a cero, etc.) en los ejercicios de búsqueda, simulacros genéricos o de homologación manipulados adaptadamente a medida, no siendo equivalentes ni válidos a ningún efecto en absoluto, respecto a las situaciones reales que deberán enfrentar, para obvia desgracia de los posibles supervivientes sepultados, una ausencia total de efectividad y operatividad real, que los responsables gubernamentales, y a veces incluso los propios especialistas, al ser profanos en esta compleja área del conocimiento científico, no logran advertir implicando ello consecuencias fatales, para los ciudadanos víctimas de desastres y otros riesgos, como desgraciadamente viene sucediendo.
Constaté en cientos de experimentaciones que a efectos reales, en la mayoría de los casos, con la aplicación del sistema tradicional (con sus múltiples denominaciones asignadas y superfluas complementaciones) no se alcanzaba ni alcanza, por desgracia, el objetivo operativamente imprescindible, frente a las características antes descritas que mayoritariamente han de enfrentar de forma realmente funcional, por ejemplo, en un área devastada por un terremoto donde la emisión espiratoria de las posibles personas totalmente sepultadas no audibles ni visibles, para poder ser perceptible por el olfato canino, precisará imprescindiblemente de niveles muy altos y esencialmente interrelacionados de autonomía, motivación, concentración y consecuente rendimiento perceptivo olfativo, de la forma concreta que antes expliqué, favoreciéndose funcionalmente con carácter vitalmente necesario el umbral mínimo de percepción olfativa del ejemplar (mínima dosis odorífera que ha de emitir un elemento para que sea percibida por un individuo), la cual adquiere valores mucho menores (constatadamente) en un perro que es formado por el Método Arcón respecto al formado por un sistema tradicional (indebidamente denominado como métodos, ya que el hecho de conseguir el objetivo tras el proceso, como corresponde semánticamente, no se cumple, ni siquiera se aproximan, en ninguno de los casos).
Es decir, que por ejemplo un mismo perro si está formado con Método Arcón, percibe una emisión de olor extremadamente menor que si está formado por cualquier sistema básicamente tradicional, y ello obviamente puede determinar la diferencia entre la vida y la muerte en muchos tipos de situaciones.
Debiendo considerarse además que la incidencia de elementos adversos como la total oscuridad, en el caso del perro formado con el sistema tradicional, merma e incluso en muchos casos neutraliza totalmente el rendimiento perceptivo d elos ejemplares, no afectando sin embargo en caso de estar formado mediante el Método Arcón.
Resumiendo, con los simples aprendizajes asociativos o por ejemplo mediante la también genérica vía cognitiva emocional (básicamente conseguir un estado emocional adecuado en el perro, algo lógicamente válido y positivo para formaciones básicas, elementales, pero cien por cien estéril al igual que el simple condicionamiento operante, el aprendizaje por imitación, etc. para optimizar imprescindiblemente en muchos casos los parámetros vitales anteriormente descritos, en las complejas operaciones de búsqueda reales, no debiendo olvidarse responsablemente que son intervenciones de las que dependen directamente vidas humanas y animales). Reiterando firmemente que resulta técnica y científicamente imposible lograr, por las vías básicas tradicionales, que un perro en las adversas y complejas acciones de búsqueda y detección reales, experimente, y menos aún de forma continua, los niveles óptimos en todos los aspectos, de autonomía, motivación, concentración y consecuente rendimiento perceptivo olfativo, que se precisan operativamente, de forma comprobadamente imprescindible, en un alto porcentaje de situaciones, lo cual SÍ llega a lograrse, plenamente, con la aplicación de las complejas técnicas del trascendente avance científico Método Arcón.
Necesitaba optimizar esos parámetros esenciales en las operaciones caninas de búsqueda y detección, porque sabía con certeza que ello, lógicamente, implicaría la diferencia entre la vida y la muerta para muchos seres vivos, y frente a diversas situaciones, en el futuro.
Debía lograr insertar de forma interrelacionadamente funcional un “programa” de altísimo nivel y complejidad en la “unidad de almacenamiento memorístico del ordenador canino” donde el “lenguaje de programación” y el “programa” en sí presentaban un grado aparentemente insuperable de extremada dificultad, no obstante tras 12 años de intensa y ardua labor de investigación e innovación lo logré, por fin, para bien de la humanidad, sin excepción, y ofrecido por propia voluntad, a la misma, sin dinero alguno a cambio por la labor docente, transmisión oficial de tan trascendente obra científica, mi esencia interior me impedía e impedirá negociar con el incremento del salvamento de vidas, no siendo millonario en la cuenta bancaria, pero sí e infinitamente en mi alma.
Efectivamente, por primera vez en la historia, gracias a tan arduas y revolucionarias investigaciones logré analizar, conocer e intervenir con la suficiente precisión, profundidad e incidencia específica que resultaban factibles, respecto a todos aquellos aspectos que incidían de forma especialmente determinante en la conducta de búsqueda y detección canina, como por ejemplos, las dinámicas de interacción o de reactividad, relativas a procesos cognitivos tan fundamentales y específicamente funcionales como eran por ejemplos la memorización, percepción olfativa, atención, motivación, autonomía psíquica, concentración, etc. Todos extremadamente complejos, y que hasta entonces resultaron especialmente desconocidos e inescrutables para el ser humano.
Un trascendente avance, mundialmente galardonado (por Naciones Unidas, Gobiernos, Universidades, Sociedades Científicas, Centros de Investigación, Ejércitos, Cuerpos de Policías, Cuerpos de Bomberos, Cruz Roja, Protección Civil, etc.), el Método Arcón que de forma oficialmente constatada y constatable, supera en efectividad de forma extrema a los sistemas tradicionales de búsqueda y detección canina, y a los instrumentos de detección artificiales más avanzados de la actualidad (cámaras de visión térmica o sensores sísmicos también denominados «aparatos de escucha», por ejemplos), aparatos que no obstante, una vez detectado la persona o personas con vida sepultada/s pueden utilizarse complementariamente, sin olvidar nunca que los supervivientes sepultados pueden estar no emitiendo sonido perceptible, aunque sí olor para perros extremadamente concentrados y demás, circunstancia esta que hemos constatado en numerosas ocasiones tras desastres en Colombia, Turquía, Taiwan, India, México, etc.
Al igual que por ejemplo, se difundió y perfeccionaron los aviones Airbus A-380 que presentaban fallos en motores y rajaduras en alas, lo cual forzó al fabricante a desarrollar las medidas correctoras que asegurasen su uso continuo sin riesgos. De igual forma, progresivamente, son más las Instituciones (Fuerzas Armadas, Cuerpos de Policías y Cuerpos de Bomberos), que sustituyen su sistema tradicional de búsqueda y detección canina por el Método Arcón, o bien que inician la especialidad con esta metodología por ser el único medio que comprobadamente optimiza de forma vitalmente necesaria, la efectividad.
Nunca debería olvidar nadie, a los efectos pertinentes, especialmente los responsables oficialmente competentes, que el hecho de no lograr detectar una persona aún con vida sepultada implica condenarla a una muerte segura ya sea por diversas causas clínicas, o destrozada ignoradamente por las máquinas excavadoras, y que no lograr detectar una mina u otro tipo de artefacto explosivo, implica igualmente potenciales mutilaciones o muertes de personas. Consecuentemente se debería intervenir siempre en todos estos casos, con el medio más efectivo posible que exista, rigurosamente verificado, que actualmente es con extremada diferencia, el Método Arcón.
Hasta el día de hoy son innumerables los casos oficialmente informados por infinidad de Instituciones, en que gracias a la optimización de los parámetros esenciales en las operaciones de búsqueda y detección canina mediante el Método Arcón, se han detectado las minas y otros tipos de artefactos explosivos (en todos los casos en Colombia), detección de Covid 19 (cien por cien efectividad oficialmente registrada, máxima a nivel mundial, en El Salvador, frente a un número superior a las 400 operaciones), o supervivientes sepultados en situaciones de emisiones odoríferas extremadamente minimizadas y adversas, en muchos países y diversos tipos de desastres (terremotos, deslizamientos, etc.).
Jaime Parejo
Sevilla, España
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