Los latinoamericanos no sonreímos
Updated: Feb 7, 2021
Los latinoamericanos no sonreímos. Sí existe ese estereotipo que celebramos y vivimos a ritmo de fiesta, pero los latinoamericanos no sonreímos fácilmente. Uno visita una oficina o negocio y la persona si nos sonrie es de otro planeta. Es tan insólito que vamos a creer que quiere ligar con nosotros.
En mis últimos años en actividad en el Cuerpo de Bomberos del Perú, trabaje en refinar mi propia presentación como oficial de bomberos al arribar a una escena de emergencia. No, no existía ni eso como protocolo. Buenos días, soy el Teniente… Mirando a los ojos directamente, con seguridad y tratando de ofrecer calma a los que veían a un familiar, su negocio u hogar en peligro.
Una sonrisa de alegría sería inapropiado, pero no fue hasta varios años después que observe a un oficial de bomberos en New York tomarse el tiempo para sonreír a la persona. Era una sonrisa no de alegría, sino de gentileza y confort. Era un más, aquí hay una persona amiga, que te asegura que todo saldrá bien.
Quien sonríe ―no de nervios― está en control de sus emociones. Si controla sus emociones podrá analizar mejor la situación. Lo opuesto son bomberos gritando y corriendo alterados como gallinas sueltas en un corral.
Persiguiendo la felicidad
Cuando llegue a España, estaba persiguiendo a una dama andaluza, pero mientras yo me enamoraba, ella se desenamoraba. Fueron días difíciles para mi. Sin documentos, sin soporte de una familia, sin trabajo. Fue ahí cuando conocí a Carmen, una guapa mujer madrileña de ojos marrón verdoso y cabellos ensortijados. Lo primero que llamó mi atención después de su belleza, fue su alegría y fácil sonrisa. ¿Y tú cómo te llamas? ¿De dónde eres José?
Sonreír es fácil, pero si no es real, es solo una mueca en el rostro. Uno se da cuenta de ello. La alegría de Carmen es contagiosa por ser espontánea, real.
En una conferencia de empresarios en Lima, tuve una corta charla con Efrain Wong durante un break. El me decía que en la cadena Wong, querían cajeras que sonrían a los clientes. La tarea era un reto que no habían logrado ―los sudamericanos no sonríen― La sonrisa que no es mueca solo viene de la alegría del alma.
He contado que mi infancia fue feliz y que crecí en una familia amorosa. Sin embargo, mi país estaba viviendo una violencia imposible. Cuerpos dinamitados, quemados. Asesinatos y coches bombas semanales fue parte de mi vida adolescente y fue hasta avanzada mi juventud. Ser bombero, ver desgracias más de cerca, no ayudó mucho.
He contado en un artículo pasado que me impuse una auto terapia de descontaminación. Después de terminar de estudiar administración de negocios, estudié historia del arte en los 90, y me dediqué a la fotografía, solo para relajar mi mente de temas de emergencias y desastres.
Tenía una necesidad urgente de agregar belleza en mi vida a través del arte. Comencé a fotografiar mujeres bellas.
De Carmen aprendí el valor de la alegría, de que ser felices no depende de las circunstancias, que no es algo que viene a nosotros como una bendición. Por el contrario, es algo que decidimos ser y tener.
Carmen es una mujer directa, un fresco alivio sin los muy frecuentes melodramas femeninos de la mujer latinoamericana. Que un día, muy temprano en su vida decidió ser feliz sin importar pase lo que pase.
La alegría de Carmen es contagiosa. Un día posó como modelo para mi, yo le regalé poesías. A mi me atrajo su belleza y carácter, a ella la atrajo mi conversación. Hablamos de todo, muchas veces paró la conversación para decirme que le había gustado lo que le había dicho y literalmente lo escribía en un papel, como alumna al frente de su maestro.
Aunque fui yo quien más aprendí de ella.
Carmen es una mujer confiada en sí misma, alegre y que sabe reírse de cualquier situación. Un día cuando la compañía donde trabajaba ordenó sesión fotográfica de sus empleados. Ella escribió sobre su imagen ¡¡ foto corporativa !! con esta en el folleto, sobráis todos los demás.
Siempre que hacía algo negativo o que la irritaba, le decía Perdón, debe ser mi lado español. Como ella no tenía nada de sangre indoamericana, era incontestable. El cholo chusco era yo. Lo hice una, dos veces. La tercera vez me respondió algo que no puedo escribir acá.
Fue mi guia para entender España, a los españoles. Chulapos, chulapas, fiestas como la de San Isidro, la Virgen de la Paloma, guerra civil, fascistas, racismo, latinoamerica, inmigracion. Un día dejó la oficina donde trabajaba en la calle General Yagüe y se fue a la playa para trabajar en la naturaleza. Hay que ver la vida con otros ojos, con los ojos de ella.
Carmen sonríe porque su alma es alegre. Siempre sonríe, no porque su vida sea perfecta o tenga todo lo que desea en este mundo. Sonrie porque hay un ser humano que aprendió a rebuscar en su alma hasta encontrar un gramo de felicidad, agrandarlo y agarrarse a él.
Encontrar razones para estar alegre puede estar entre la más importante de las habilidades de un ser humano. Caso contrario prozac, citas con psicólogos y un sanatorio mental están al alcance.
Carmen y yo, compartimos la misma pasión por el cine español, así que me mantiene informado cuando Internet no es suficiente. Ella no está más en Madrid, se fue a Barcelona y ahora está en Chipre. Ella me manda fotos del barco donde vive, yo de mi hija y de las pizzas que he vuelto a hacer.
José Musse
New York.
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