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José Musse

Un café para Sergey

Updated: May 26, 2023




Temprano por la mañana, mi casa era un desorden. Había una niebla de humo, olor a tabaco y vasos vacíos. El ruido de Madrid se filtraba por la ventana. En el suelo una botella de Monkey 47 y Glenfiddich de 12 años. En el bar no quedaba ninguna Johnnie Walker, ni Kvass.


Estaba en mi computadora, monitoreando un incendio forestal por satélite. Había dormido muy poco, pero estaba monitoreando las noticias del incendio a la vez que escudriñaba el cielo a 2000 km de altura. La fuerza de la prensa es la única garantía que el gobierno de ese país me escuche. Si tenía los datos exactos, podía estimar pérdidas ocurridas y potenciales y ofrecer los aviones Ilyushin-76 de EMERCOM como ayuda humanitaria internacional al gobierno de turno.


Sergey abrió la puerta y entró sin invitación, después de todo él era el dueño del sitio. Tres modelos estaban durmiendo en los sofás. Habíamos fotografiado toda la noche.


Recogió un calzón y me miró inquisitivamente.


𑁋¿Así es como trabajas? Me preguntó Sergey.

𑁋Estaba haciendo unos desnudos artísticos para una exhibición de arte que planeo hacer.

Le respondí, no parecía convencido.


Ekaterina se despertó con el barullo y le arrancó de los dedos su ropa interior y se fue caminando desnuda hacia mi habitación para vestirse. Mientras recogía otras de sus prendas le levantó el dedo índice a Sergey, que la perseguía con su mirada. Ella era una bellísima ucraniana desinhibida, pero de fuerte carácter. Ella y Sergey se conocían y no se llevaban nada bien. Según la versión de Ekaterina, mi amigo ruso creía que era una prostituta de lujo y nunca aceptó que solo modelaba para artistas. Mi teoría es que Sergey estaba enamorado de ella y nunca aceptó que se desnudara para otros ojos.


Sergey, era un joven ruso muy inteligente y reservado. Lo conocí a través de la embajada de la Federación Rusa en Madrid. Me ayudó bastante cuando trabajé como Jefe de Bomberos de Global Emergency Response. Por mucho tiempo he creído que era un agente secreto estacionado en Madrid, que nunca quiso hacerse de amigos porque quizá en su trabajo si las cosas se ponían difíciles, él no quería extrañar a nadie. Siempre que le preguntaban por su familia, esposa, amante o hijos. Su respuesta era la misma.


𑁋No hay nada que contar.


Él me facilitó acceso a una red de satélites para observar los incendios forestales. Hasta antes de eso, esencialmente el 90% de imágenes eran de los satélites de la NASA, pero gracias a Sergey podía escoger la zona en tiempo real y ver mejor los detalles geográficos. Por ejemplo, como un fuego en la pradera se acercaba peligrosamente a una planta química. Le pregunté si ese era un satélite espía, a lo que me respondió que no.


Sergey me conocía bien. No participaba en reuniones o eventos sociales, pero sí organizaba mis propias fiestas donde se bebería alcohol toda la noche, aun cuando yo no consumía bebidas alcohólicas ni fumaba. Tenía un bar bien nutrido y seleccionado para mis invitados, aunque nunca probé una gota. Se que Sergey admiraba esa cualidad mía de resistencia a probar cualquier droga o alcohol. Que siempre estaba lúcido y consciente de lo que hacía o decía. Pero nunca fue ningún sacrificio de mi parte. No me gusta el sabor del alcohol ni sus efectos.


Él no aprobaba mis fiestas con modelos rusas, polacas, ucranianas o senegaleses pero nunca me dijo nada directamente. Aunque esa visita que me hizo aquella mañana madrileña sellaría mi suerte.



Anya y Kira se habían despertado también. Estar en topless ante un desconocido no les molestaba. Una modelo que se desnuda para posar para fotógrafos y escultores está vestida para trabajar. Todas terminaron en mi cuarto, al menos hasta que duró la visita de Sergey. Todas las mujeres se sentían incómodas ante él. No era porque las mirara con apetito sexual, en general no era el caso. Había algo en su presencia que intimidaba a las mujeres y que nunca entendí.


𑁋Debes irte de España. Vete a Canadá o Estados Unidos. Buscate una gringa y cásate

Me dijo Sergey.

𑁋Y ¿eso? Pregunté.

𑁋 Putin no es Yeltsin. El no quiere cooperación con Estados Unidos. Planea reconstruir el imperio ruso. Vamos a volver a la Guerra Fría.


Para el 2002, la economía rusa todavía era un desastre. Hacía dos años que el submarino Kursk se había hundido. La deteriorada y abrumadora corrupción rusa eran noticias globales. Pensar en la reconstrucción de un poderío ruso, sonaba iluso. Sin embargo, el tiempo demostró que Sergey estaba en lo correcto. Había sido parte de un joint venture americano, canadiense y ruso; Global Emergency Response, con la apertura y nueva visión del gobierno de Boris Yeltsin. Putin era otro tipo de animal. Uno mas peligroso y agresivo. Uno que se ve así mismo como Zar.


Ese mismo año las cosas cambiaron para mí y dejé Madrid. En cinco años renunciaría a la organización que era socio del Ministerio de la Defensa Civil Rusa (EMERCOM) precisamente por conflictos políticos que iban hasta el mismo Ministro de Relaciones Exteriores de la Federación Rusa y me casé con una neoyorquina que adora vacacionar en Perú.


De Anya y Kira no volví a saber. Ekaterina se suicidó en su departamento en Manhattan hace varios años atrás. Me enteré de ello en los periódicos, nunca supe que vivíamos en la misma ciudad nuevamente . Tuvo una larga y exitosa carrera como modelo. Me hubiera gustado volverla a ver. A Sergey, le perdí el rastro. Dos meses después de esa visita, él había dejado Madrid por Londres. Le escribí a su correo hasta que un día, simplemente los correos rebotaron porque su cuenta fue desactivada.


Creo que Sergey fue un agente ruso, que gustaba de la idea de cooperación y hermandad entre Estados Unidos y Rusia, que por ahora no será y por eso me ayudó tanto. No estoy seguro si alguna vez sabré la verdad sobre él. Hay cosas que nunca se dicen.


Yo seguí con mi pasión por la fotografía y combate de incendios. En esta ciudad norteamericana he seguido fotografiando modelos rusas, ucranianas, húngaras, eslovacas y polacas. Muchas revistas han publicado mis desnudos artísticos y eróticos y aunque nunca hice una exhibición en una galería de arte, si publique un libro que se vende muy bien en Amazon.


Hace una semana me escribió Sergey y en el correo electrónico adjuntó una foto. El joven Sergey que conocí en el 2002 no es más ese jovencito. Ha perdido el cabello, se mantiene en su peso y se le ve muy feliz con su esposa y dos hijos. La próxima semana lo veré cara a cara, almorzaremos juntos, pues para mi alegría visita la ciudad de los rascacielos.


José Musse

New York City.

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